REVOLUCIÓN

REVOLUCIÓN
"Consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos..."

jueves, 19 de diciembre de 2013

ESCUELITA MÍA

Mi pueblo amanece azul y tranquilo Y un casto horizonte tiembla de emoción Con pasos inquietos, con risas, deseos Volvemos soñando, tiza y pizarrón. De nuevo a la escuela repite algún grillo Alumnos, maestras, “seño”, profesor Se llenan de blanco salones ansiosos Los patios dormidos se pueblan de voz. Mi escuela me espera, ya siento su abrazo Ya siento sus bancos, su cálido sol Mi vieja escuelita a quien tanto extraño “Elena Bulán, quinientos treinta y dos”. Te dicen la vieja pero sos tan nueva Que nadie te cree lo joven que sos Acoges los sueños de grandes y niños Crecemos contigo, soñamos con vos. En tus aulas sueño con ser grande un día Ser como la “seño” o como el profesor Soñaron mis padres y generaciones Derrochó nostalgias, saberes y amor. Feliz cumpleaños escuela querida Ojala que un día yo vuelva hacia vos A darte aquello que un día ofreciste Que un día me diste y está en esta voz. F. M. 15 marzo 2011

MANO DE OBRA INDÍGENA: Mentiras, ambiciones y etnocidio. El caso del Chaco argentino.

La lectura de varios de los interesantes autores propuestos en este seminario me llevaron-en plan de pensar el posible tema de ensayo- a observar que en todos se daba una constante que en un primer momento no lograba definir con claridad. Decidido a descifrar esa incertidumbre me puse a releer autores como Wachtel y Gruzinski, y a buscar en mi bibliografía de Historia Regional (cátedra que dicto en un instituto terciario del interior del Chaco) ese “algo” que acercaba la temática indígena a los objetivos de los conquistadores llegados a estas tierras a partir del siglo XVI. Pude ir dándome cuenta que el punto de contacto, el nudo de esa relación, se encontraba en la cuestión productiva: El conquistador al llegar a América se había encontrado con un “salvaje”, “infiel”, con un tipo humano que distaba mucho del europeo “estándar”; el conquistador se había dado cuenta que este “indio rústico” e “ignorante” podría ser útil a su universo materialista: el de trabajar para producir, el de generar recursos útiles a la corona y a los administradores de esta. En función de esta idea giró mi trabajo. Intentaré demostrar cómo, en casi todos los lugares donde el conquistador europeo se asentó y desplegó su estructura de poder, se valió de la mano de obra indígena (fuerte, hábil y barata) para saciar sus ansias materialistas y sed de poder. En algunos lugares incluso llegó a organizar terribles masacres disfrazadas de autodefensa contra la barbarie, ante la posibilidad de perder esa “valiosa herramienta” que le reportaba pingües ganancias y ante la posibilidad de perder status ante una sociedad que lo avalaba en función de su poder económico. Como para ubicarnos contextualmente diré que la corona había dispuesto algunas leyes y ordenanzas a favor de los indígenas pero casi ninguna se cumplieron. La corona trató de que se aplicase el precepto de la “guerra justa” sólo en esos caso se podía esclavizar a los indios pero antes de iniciar la “guerra justa” era necesario leer a los indígenas en su lengua un documento llamado REQUERIMIENTO redactado en 1512. El europeo había descubierto que estas tierras eran ricas en metales preciosos y otros bienes de consumo, nuevos para ellos, como el cacao, el algodón, el maíz o la “coca”. Había participado, anonadado, al encuentro con un territorio promisorio, virgen y altamente productivo, un territorio que se presentaba en el horizonte como la solución de todos los males y el motivo de su futura riqueza. Pero había un problema que salvar: ¿cómo se organizaría para extraer esas riquezas? ¿Quiénes lo harían? Allí es donde entraba a jugar un papel importante la figura del indígena. Jacques Poloni-Simard al hablar sobre los indios de los Andes, menciona a la Mita como el sistema que favoreció el establecimiento de los indios en los centros mineros , aunque yo digo que estos no se establecieron sino que fueron trasplantados a ese ambiente (también lo mencionan otros autores analizados en este seminario). Una prueba de eso es que la poca adaptación del indígena a estas condiciones hizo que de 600 que entraban a las minas solo salían con vida (6 meses después) entre 40 y 70. Antes de entrar de lleno a hablar sobre la explotación indígena en el Río de la Plata y particularmente la región del Chaco, mencionaré que hubo algunos aspectos esenciales que favorecieron a esa presión sistemática sobre el nativo americano: En la región del Perú el uso de la “coca” como estimulante para que el indígena rindiera laboralmente fue determinante; la creación de reservas y encomiendas que hacinaban al indio para controlarlos y explotarlos. Y por último la participación de la Iglesia como una parte esencial de esa estructura de dominación y explotación del indígena. Con respecto al primer punto diré que el uso de la coca no fue de uso común en esta zona del Chaco, aunque no desconocida; de hecho nuestra provincia tiene en parte influencia notable de los quechuas. La mención de la coca como uso común se debe a que fue uno de los métodos de los cuales se valió el conquistador para explotar al indígena. Su uso desde tiempos antiguos en el imperio incásico, respondían a necesidades mágicas y religiosas. Según Nathan Wachtel se ofrecía a las huacas y al sol en los sacrificios, y los sacerdotes solo la consumían ritualmente. La mayoría de autores, a decir de Wachtel, afirma que solo se cultivaban en pequeñas cantidades y que el inca prohibió su uso al indio común . Pero Wachtel se pregunta ¿por qué aumenta la producción de coca? En cierto momento de la Conquista, el europeo levanta esa prohibición para el indio común por considerarla contraria a sus intereses. ¿Por qué? Y evidentemente fue una cuestión relacionada a su efecto estimulante, pues era absolutamente indispensable que el indígena que trabajaba en las minas o en las chacras pudiera estar la mayor parte del tiempo lúcido y fuerte, de manera que pudiera rendir más efectivamente. En segundo lugar es interesante mencionar los mecanismos de explotación que se diseñaron según la situación de cada región y de cada grupo indígena. Durante el siglo XV el sistema se llamó ENCOMIENDA, durante el XVI adquirió el nombre de MITA, y durante el siglo XVII fueron tomando nombres mucho más familiares como el de OBRAJES, BATANES o RESERVAS. Llámese como sea, la situación del indígena no varió mucho y se siguió ejerciendo una política de explotación sistemática. Por último la participación que tuvo la Iglesia en esa cruzada explotadora disfrazada de religiosidad. No es noticia que muchos frailes, misioneros y religiosos de distintos estamentos jerárquicos dentro de la Iglesia tuvieron esclavos aborígenes y los explotaron sin ninguna diferencia con respecto al conquistador rudo y ambicioso. Todorov en su análisis del problema del otro menciona la actitud de Bartolomé de las Casas frente al problema de la esclavitud y la explotación. El fraile, reconocido por su ardiente defensa del indio, no tiene la misma actitud para con los negros, de hecho acepta que estos puedan ser reducidos a la esclavitud . Un párrafo más adelante en el mismo trabajo, y aquí está la esencia de lo que deseo mostrar: Las Casas no desea que cese la anexión de los indios, simplemente prefiere que se los convierta a la fe católica en lugar de convertirlos en soldado. Esto sería algo como “la explotación y la conquista se deben mantener, solo que hay que llevarlas a cabo de una manera diferente”. Y como para cerrar la mención de Las Casas diré que nunca tuvo animadversión hacia el indio, como así tampoco tuvo dudas acerca de los beneficios materiales que reportaba el indígena y el negro, ejemplo de esto es la mención que hace en un memorial de 1516: “y de todo Su Alteza será servido, y sus rentas crecerán y serán aumentadas”. De igual modo las MISIONES reflejan los objetivos de la Iglesia con respecto a los indígenas americanos. A cargo de estas congregaciones religiosas estuvieron franciscanos, domínicos y especialmente jesuitas. Fueron centros de penetración colonizadora y generadores de alta producción. Las misiones más importantes y con mayor influencia en el Río de la Plata fueron las del Paraguay. Supervisados por los misioneros, los indígenas organizaban su propia administración, predomina la propiedad colectiva sobre la individual. El trabajo se hacía en común con horarios reglamentados. Desempeñaban actividades de ganadería, agricultura y también artesanías. Los excedentes eran comercializados (algodón, hierba mate) que daban buenas ganancias a la Compañía de Jesús. Se realizaban actividades culturales tenían imprentas, escuelas y artistas. Es bueno aclarar aquí que no todas las misiones cumplieron el mismo rol como la de los jesuitas: muchas se sometieron a los designios de la corona o al conquistador de turno, por lo que no se diferenciaron de los explotadores comunes y corrientes; otras como las del Paraguay, constituyeron el más serio y sistemático intento de proteger a los indígenas de los abusos de los colonizadores. En nuestra región del Gran Chaco Gualamba, desde las primeras noticias de incursiones conquistadoras españolas como la de Solís, Alejo García, Gaboto, García de Moguer o Alvar Núñez Cabeza de Vaca, se vio al extranjero como alguien dispuesto a alterar las costumbres y tradiciones de las etnias que habitaban este suelo. Abipones, wichí, pilagás, qom, moqoit y distintas etnias guaycurúes convertían al territorio en un lugar “impenetrable”. De todas maneras, aceptando esa adversidad, el conquistador se propuso conocer el territorio, buscar un paso hacia el Perú y de paso captar mano de obra indígena que pudiera redituarle ganancias. De esta manera se crean en la región del Chaco dos importantes encomiendas: las de Guacalá y matalá, esto hacia 1584. Estos centros de explotación dirigidos por Isabel de Salazar, esposa de Alonso de Vera y Aragón, el fundador de la primera ciudad del Chaco, fueron núcleos importantes de explotación. Es la primera noticia que tenemos de lugares de trabajos de los indígenas en nuestro suelo. Durante el siglo XX, la región este del Chaco tuvo sucesivos avances de colonización agraria. Los llamados “aborígenes” fueron considerados mano de obra temporaria o permanente, y sus modos de subsistencia, basados en la caza, pesca, o recolección, se vieron limitados, al mismo tiempo que fueron reducidos sus espacios tradicionales de vida. La explotación del azúcar, el tanino y el algodón fue la razón que articuló esta región al escenario económico internacional, lo cual provocó cambios sociales, ecológicos y culturales que modificaron la historia de los antiguos habitantes. Los indígenas fueron asentados en colonias agrarias subsidiadas por el Estado donde debían aprender las “virtudes” del trabajo y la “civilización.” El más importante de estos asentamientos fue la reserva o reducción de Napalpí fundada en 1911, fue un lugar donde los intereses de las empresas y el Estado confluyeron . Esta compulsiva utilización del aborigen como mano de obra barata (en muchos casos gratis) llevó a entender la importancia del indígena en el sistema productivo. Iñigo carrera ya en su trabajo sobre la clase obrera Chaco menciona con ejemplos la importancia que había adquirido la mano de obra indígena: “Otros individuos, dueños de ingenios, en Formosa y Resistencia me repitieron la afirmación (la de importancia del indígena); hasta dicen que sin ellos no podrían explotar sus cañaverales y tendrían que abandonar sus ingenios por falta de peones” . El aborigen chaqueño fue la herramienta esencial y multifuncional en todos los emprendimientos productivos que se implementaron a lo largo de la historia provincial. Existe la creencia generalizada, y aceptada por numerosos historiadores, que la conquista y colonización de América finalizó en el transcurso del siglo XIX, cuando se consolidaron los movimientos libertadores que dieron lugar a la formación de los Estados-Nación en todo el continente. Sin embargo el proceso histórico tuvo una continuidad manifestada en el afán expansionista de esos nuevos Estados, conducidos por clases dirigentes herederas de las europeas conquistadoras del continente. Esa nueva clase autónoma en el poder cortó lazos con las metrópolis y puso en marcha su plan independiente de ampliación y colonización de territorios, aunque bajo el mismo modelo político-económico liberal naciente en Europa. No fue ese un cambio afortunado para los habitantes primitivos de América y en especial para los de la región chaqueña; debieron someterse a la legislación vigente del orden establecido; tuvieron que renunciar a sus culturas en función de la homogenización educativa; fueron privados de los recursos económicos y de la libertad del espacio vital y limitados por fronteras nacionales que partieron sus comunidades. Esta política agresiva, negadora de la total autonomía de los pueblos indígenas no ha desaparecido y persiste en la actualidad. En 1877 asume la presidencia de nuestro país el doctor Nicolás Avellaneda, un liberal honrado que pensó un país progresista y productivo pero con una carga de deuda externa generada por el anterior presidente Sarmiento (con la banca, empresas y particulares ingleses, preferentemente) que le hizo profetizar: "nuestro país pagará sus compromisos externos hasta la última gota de sangre del último argentino". Desde luego, en la mente de Avellaneda los primeros litros de ese plasma salvador debían recaudarse de venas indias. Inmediatamente nombró ministro de Guerra a un joven y aristocrático general de 34 años, Julio Argentino Roca, de reconocida militancia anti india y con un importante antecedente en su hoja de servicio: varias batallas ganadas seis años antes en la Guerra de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay), en la que el presidente argentino Bartolomé Mitre financió una matanza premeditada de indios y mestizos con capitales de la banca Baring Brothers de Londres. El gobierno nacional emprende la conquista de tierras indias, primero hacia el sur con la Campaña del Desierto de Roca (que más que campaña fue la “Masacre del Desierto”). El informe final que el general Roca ofreció al congreso sobre la campaña del Desierto dice que "14.172 indios fueron reducidos, muertos o prisioneros (algunos historiadores elevan esa cifra a 35.000). Seiscientos indígenas fueron enviados a la zafra en Tucumán. Los prisioneros de guerra fueron incorporados (forzosamente) al Ejército y la Marina para cumplir un servicio de seis años, mientras que las mujeres y los niños se distribuyeron entre familias que las solicitaban (para servicios domésticos o adopción forzada) a través de la Sociedad de Beneficencia". Más tarde las campañas se dirigen hacia el norte. Hacia fines del siglo XIX el coronel Manuel Obligado, el General Victorica y otros participan de la Campaña al Gran Chaco, segunda parte de este proyecto nacional, que con el objetivo de extender la frontera interna y afianzar la soberanía nacional, se abalanzan con saña contra las poblaciones indígenas del lugar. Estas incursiones privan a los nativos de los ríos en que pescaban, mientras que la ocupación de las tierras redujo los campos de caza. Pero como la población indígena es alta se plantean alternativas y una de ellas es incorporarlos a la actividad productiva. De esta manera comenzó el proceso de desposesión de sus condiciones materiales de existencia que los convertiría en obreros obligados a vender su fuerza de trabajo para poder obtener sus medios de vida por el salario. Manuel Obligado en un informe al ministro de Guerra y marina Joaquín Viejobueno propone llevar a cabo pronta acciones y aquí es importante ver como reconoce la actitud mentirosa y ventajera del blanco para con el indio y dice: “A estos indígenas los conchaban los patrones de los obrajes por un salario imaginario, pues nunca le pagan en moneda corriente sino que lo hacen en alimento escaso y de mala calidad. También en bebidas a precios exorbitantes, lo que origina que se subleven, causando grandes males a las poblaciones (…). Los indios señor ministro, a pesar de su ignorancia, comprenden. Y no los hemos de traer a la vida civilizada sino cumpliendo nuestras promesas, o de lo contrario, habrá que proceder franca y enérgicamente a su exterminio…” Como en el Chaco no se pudo aplicar la misma metodología roquista, la política se basó en crear reservas y ciudades-misiones donde se debía captar al indio para explotarlo en los montes o en las chacras. Fue así como entre el colonizador y el misionero se repartieron la tarea de intentar dominar esta región inhóspita; fracasaron continuamente en esta empresa y prueba de esto es que hacia finales del siglo XIX, todavía la mayor parte de la región chaqueña estaba en manos de sus legítimos dueños. Pero ¿cómo era la situación del indígena con respecto a la relación con el blanco? ¿Cómo veía el indígena al extranjero y al cipayo argentino que trata de alterar su mundo, su cosmovisión, en fin, su vida? Ya lo mencioné al principio, pero es bueno recalcarlo: el contacto del indio con el blanco fue traumático, desastroso, pues, al decir de Wachtel, los “europeos no conquistaron nada, solo inventaron mundos nuevos ante sus ojos, pues desconocían totalmente la cultura americana y no supieron adaptarse ni adaptarla”. El indígena se encontró con un blanco que no aceptaba sus costumbres, que deseaba cambiarlo; no entendía sus dioses, sus ritos y mucho menos su cultura, solo veía al nativo como una herramienta útil a sus fines productivos. Intentó enseñarle a cultivar, pero el chaquense era cazador –recolector; intentó enseñarle el Cristianismo pero el chaquense era politeísta con una relación con la naturaleza muy profunda; quiso que sea su peón, pero el indio chaqueño no estaba acostumbrado a las cosechas y al trabajo a destajo, pues el indígena era seminómade, condición esencial de cazador recolector. Pronto ese primer acercamiento aparentemente pacífico y que tenía mucho de imposición, culminó en trágicos enfrentamientos entre ambos bandos. El indígena chaqueño no se resignaría a ser sometido por el blanco. Cuando la colonización llegó al Chaco a fines del siglo XIX, aventureros extranjeros, motivados por el gobierno nacional, implantaron empresas utópicas y maravillosas, teniendo en cuenta que el Territorio Nacional del Chaco ofrecía tierras y mano de obra casi gratis. Fue así como llegan al Chaco hacia 1872, los hermanos Hardy trayendo sobre sus hombros las primeras maquinarias para su complejo industrial del cual pronto se destacaría su ingenio azucarero. Continuaba la explotación del indígena. En su obra “El Gran Chaco y su imperio de Las Palmas” José García Pulido cuenta algunos detalles de cómo se utilizaba la mano de obra chaqueña dividida entre criollos, paraguayos y en su mayoría indígena: “Allá lejos se levantaban las carpas y los toldos; se trataba de tener al indígena lo más lejos posible y por supuesto estos no podían asistir ni a misa ni a otro tipo de celebración, estaban marginados de la sociedad y solo podían participar de ella para levantar la cosecha. Durante la primera década del siglo XX, se establece en la región del Chaco santafecino una empresa que será ejemplo de cómo se debe explotar al ser humano: “La Forestal”. La explotación del quebracho colorado a escala industrial demandaba gran mano de obra, y teniendo en cuenta la baja densidad poblacional para la época era un hecho que un importante porcentaje de esta mano de obra proviniera del sector indígena. La vivienda actuó como el medio más eficaz de captación de mano de obra, y también como mecanismo de coacción. La decisión de trabajar para La Forestal implicaba ingresar en sus dominios, y en su particular sistema de dominación . Es bueno aclarar que si bien esta empresa extranjera exprimió a los obreros y campesinos de la región, solo en un comienzo utilizaron mano de obra indígenas, por lo que redundar mucho en ella será disgregarse del tema concreto. Cuando la explotación forestal todavía deslumbraba por su poder productivo, aparecía en Chaco un textil que cambiaría para siempre la suerte económica de la región: el algodón. Y con él la necesidad de contar con mano de obra barata que en la región solo podía ofrecerla el aborigen. Cuando el algodón comenzó a tener mayor demanda, la necesidad de mano de obra creció; los clásicos “braceros” eran buscados por toda la región, por lo que los indígenas se volvieron muy necesarios, casi “indispensables”. No quiero pasar por alto que, por esta época, comienzan a introducirse junto con los inmigrantes que llegan a estas latitudes, nuevas ideologías que proponían la defensa del trabajo y de la libertad de pensamiento. Sospecho que influidos por estos y por otras formas de resistencias como la de líderes carismáticos “Milenaristas” y religiosos, los indígenas bebieron algo de estas enseñanzas y aprendieron que la explotación muchas veces se disfrazaba de benevolencia . A la hora de reclamar derechos aprendieron a plantarse ante sus patrones, exigiendo mejores condiciones de vida y de salario. Esto y la actitud perversa del patrón, generaron las tragedias más crueles que tenga memoria el chaco. Enumerar todas las masacres cometidas contra los indígenas podría ocupar páginas y páginas, pero solo me limitaré a mencionar algunas que en su momento fueron muy cruentas por la saña con que se abatió a estas etnias. En 1919 se produce la “masacre de Fortín Yunká” también conocida como “el último malón”, en lo que hoy es el pueblo de Sargento Primero Leyes, en el centro norte de la provincia de Formosa, donde 120 familias indígenas, aproximadamente, fueron salvajemente asesinadas por tropas del ejército como represalia ante un supuesto malón. Pero es la “La masacre de Napalpí” ocurrida en 1924 en el centro de la provincia del Chaco, el paradigma de masacre por causas productivas. Las autoridades del entonces Territorio Nacional del Chaco, encabezados por el gobernador Fernando Centeno, habían recibido quejas de parte de terratenientes y latifundistas poderosos de la región, en relación a la rebeldía que percibía en las etnias indígenas. Éstos se negaban a recoger el algodón aduciendo paga miserable y terribles condiciones de explotación y avasallamiento. Si no levantaban el precio y no mejoraban las condiciones los rebeldes emprenderían el éxodo hacia los ingenios azucareros de Salta o Tucumán. El resultado fue que Centeno y un grupo de policías y militares se llegaron hasta la reserva de Napalpí y masacraron a cerca de 200 aborígenes entre mujeres, ancianos y niños que se preparaban para marchar a los ingenios del norte. Como justificativo se adujo levantamiento indígena. Melitona Enrique de 107 años y una de las últimas sobreviviente de la masacre contaba: “vinieron con carabinas y machetes, con aviones con metrallas y no perdonaron nada, ni a mujeres ni a niños; solo oía gritos y llantos; mi madre me arrastró hasta el monte y fue así que pudimos salvarnos. Estuvimos varios días sin comer ni tomar agua, perdidos en el monte…” . En otra obra, escrita por qom y moqoit, parcialidades involucradas en el conflicto, Juan Chico y Mario Fernández relatan lo sucedido: “Al comienzo La reducción pretendía ser un ejemplo de trabajo agrícola y forestal. Los qom se dieron cuenta que era una estrategia para controlarlos, dejar liberada la zona para la colonización de tierras y al mismo tiempo aprovechar la mano de obra barata. Ese 19 de julio fue un día soleado. Los comisarios Sáenz Loza y Machado abandonaron bien temprano el cuartel montado en Napalpí, seguidos de 130 hombres bien armados en dirección a los toldos delos aborígenes. Alrededor de las 8 de la mañana rodearon el campamento. Minutos antes un avión del Aero Club Chaco II piloteado por el sargento Esquivel había sobrevolado la toldería, para luego comenzar a tirotear sobre ella. Y así comenzó la carnicería”. Actualmente siguen apareciendo nuevas voces que corroboran esta masacre: Pedro Jorge Solans habla de los intereses ocultos que existen detrás del genocidio aborigen en el Chaco en su libro “Crímenes en sangre” ; También Zaid, publicó una novela temática titulada “El año de la masacre” . Pero si bien “Napalpí” fue la masacre más cruenta, hubo otras que no tuvieron nada que envidiarle. En el año 1933 se produce en lo que hoy es la localidad chaqueña de Gral. San Martín, la “Masacre del Zapallar”, donde son asesinados decenas de aborígenes que marchaban hacia el pueblo a pedir algo de comida pues la crisis y la sequía los había devastado. La población blanca, temerosa de un malón supuso que era un ataque; a la policía no le importó la diferencia y abrieron fuego. Al frente iban mujeres y niños; murieron cerca de 200 aborígenes de la etnia mocoví. En esa línea de masacres también se inscribe la de 1947 ocurrida en un paraje formoseño conocido como “Rincón Bomba” cercano a la localidad de Las Lomitas; allí se asesinó a quinientos aborígenes pilagás por reclamar comidas y remedios y por negarse a trabajar. Esta matanza fue silenciada por casi 60 años, y recién en el año 2005. Para concluir diré que a lo largo de la historia americana el Indígena fue usado impunemente por los poderes de turno para ser sometidos y explotados. Muchos justificaron esa explotación con una mentira despiadada. Otros, como los religiosos, buscaron contener al indígena por medio de la fe y su capacidad de trabajo, Lo cierto es que solo un grupo étnico perdió en estas relaciones intrincadas. Quizás este ensayo adolezca de omisiones y defectos pero que conste que son absolutamente inintencionados e inocentes. Todavía mi provincia sufre con memoria ese constante avasallamiento de los derechos indígenas, sufre en silencio, detrás de cada explotado, detrás de cada voz que se levanta reclamando justicia, detrás de cada Melitona, detrás de cada indio anónimo que dejó su vida defendiendo sus tierras y sus derechos. Sabemos que la explotación es una acción que le queda muy bien al sistema capitalista, que muchas veces se disfraza caritativamente pero a la hora dela verdad rebela su rostro más fiero. Que más allá del justificativo, este ensayo sirva para seguir creyendo que la justicia existe, y, aunque tome el barco más lento, en algún momento llega. Ojalá así sea. Fabián Mancilla, Avia Terai, Chaco. BIBLIOGRAFÍA: ARENGO, Elena: “Civilization and its Discontents. History and Aboriginal Identity in the Argentine Chaco”. Tesis de Doctorado. Universidad del Estado de Nueva York. 1996. BARTOLOMÉ, Leopoldo: “Movimientos milenaristas de los aborígenes chaqueños entre 1903 y 1933”. Suplemento antropológico.Asunción,1972, pp. 107-120 BECK, Hugo: “Relaciones entre blancos e indios en los territorios nacionales del Chaco y Formosa (1885-1950). Cuadernos de Geohistoria Regional (N° 29), Chaco, Argentina, IIGH CONICET-FUNDANORD). 1994. BERGALLO, Graciela Elizabeth: “Ntonaxac. Danza en el Viento. Memoria y Resistencia Qom”. Edit. Librería de la Paz. Resistencia, Chaco. 2006. CHICO, Juan y Mario FERNANDEZ: “ Napal´pi La voz de la sangre”. Colección Yah´Yin A Nayij – Aprendamos a leernos. Subsecretaría de Cultura de la Provincia del Chaco. 2008. CORDEU Edgardo J. y Alejandra SIFFREDI: “De la Algarroba al Algodón. Movimientos milenaristas el Chaco argentino. Buenos Aires, Juárez Editor. 1971. GARCÍA PULIDO, José: “El Gran Chaco y su Imperio de Las Palmas”, Edic. Casa García S.A.-Resistencia, Chaco, 1974. GORI, Gastón: “La Forestal. La tragedia del quebracho colorado”. Edit. Platina-Stilcograf. Bs.As., 1965. IÑIGO CARRERA, Nicolás: “Campañas militares y clase obrera. Chaco, 1870-1930. En Historia Testimonial Argentina. Documentos vivos de nuestro pasado 25. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. Dirección Lilia Ana Bertoni y Luis A. Romero. 1984. POLONI-SIMARD, Jacques: “Historia de los indios en los andes, los indígenas en la historiografía andina: análisis y propuestas”.- Anuario del IEHS 15, 2000 SANCHEZ, Orlando: “Historia de los aborígenes qom (tobas) del Gran Chaco contada por sus ancianos. Edición bilingüe. Subsecretaría de Educación de la Provincia del Chaco.2008. SOLANS, Pedro Jorge: “Crímenes en sangre”. Edit. Librería de la Paz, Rcia., Chaco, 2008. TODOROV, Tzvetan: “La conquista de América” el problema del otro. Siglo XXI editores, Bs.As. , 2008. VIDAL, Mario: “Napalpí La Herida Abierta”. Librería de la Paz. Resistencia, Chaco. WACHTEL, Nathan: “Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570)”-Alianza Universidad, 1976. Zaid: “El año de la masacre”-Librería de la Paz, Rcia., Chaco, 2008.