Una llama lucha con denuedo contra la brisa áspera e insistente. Instinto de supervivencia.
Tu pieza: tu cárcel.
Un sueño de nietos que no verás y lo difuso del horizonte. Vísperas de incertidumbres y certezas. Vigilia.
Recuerdos. La vida alguna vez fue tuya. Viviste. La aventura, tu lenguaje. Te atrapó la inmensidad de los caminos. Te embriagaste de ocasos y madrugadas. Fatigaste Luces y oscuridades, sueños y vigilias…Ni el compromiso de la familia fueron obstáculos para tu ser ávido de desafíos.
El mundo, ese mundo de pueblo y gente, fue tu propiedad privada. Tu nomadismo escapaba por los poros, itinerante del viento. Llevabas a cuestas ese corazón tan ancho y tan grande que no te falló nunca.
Construías de a ratos utopías de cartón, quimeras de utilería, para llegar siempre a ese callejón sin salida: la realidad.
Pero te entiendo, viejo. La infancia no te ayudó. Descubriste el mundo y ese mundo se abrió como una flor en el amanecer de la vida y te encandiló.
Te poblaron sueños y ansiedades, brillos de rostros y caricias fugaces; supiste de la vida, de tropezones y lodos. Construiste un altar para la amistad, la veneraste como a un dios.
La eternidad del instante socrático, el vuelo pasajero, la fugacidad de la vida, el hoy y el mañana.
Una figura esbelta te acompaña en tu convalecencia. Miro tu frente, tu cuerpo gastado y hallo en él grandezas y miserias. Hombre sabio e ignorante, anciano y niño.
Observo tu corazón extenuado por esa búsqueda constante, por la excusa ineludible, por las extravagantes artimañas lúdicas, por esos artilugios existenciales que fueron parte de tu escuela. La calle compañera y pedagógica. Tu lugar en el mundo, tu Aleph, estaba en todas partes y en ningún sitio.
Te miro e imagino una vela que se apaga lentamente después de haberse consumido por horas, por días, por casi 85 años…
Una lágrima cae paralela a la vela, una vida que se consume, un aliento que se marcha…
Sé que caminas lentamente por el sendero sin retorno, seguro, preciso, sabio. Un corazón férreo te sostiene más allá de tus fuerzas, corazón amplio y cálido a pesar de todo.
No todo está lúcido este día.
Un niño te hace señas desde el fondo de la vida, desde el final de ella. Regresas a tu Bermejo natal, el de la infancia…
Caminas como en tu adolescencia por esos rieles infinitos, sin miedo a las distancias ni a los hombres, soñando aventuras, bebiéndote a sorbos la libertad.
Me quedan tu apretón de manos y el sollozo silencioso, un torniquete en el alma.
Hoy te pueblan voces y palomas, horizontes tristes y adioses colgados de recuerdos. Te observan dos ojos turbios detrás de un vidrio. El infinito te invita a desandar una senda desconocida.
Esos pasos iniciales marcan una estela en la oscuridad de la noche. Sencillo, despojado, abres con lentitud las tranqueras de la eternidad. Te abrazan voces conocidas y rostros amados. La noche te gana.
La brisa apaga, con una lentitud despiadada, esa vela octogenaria. Se agitan pañuelos y dolores. Silencio en la noche.
F. M. 8, 9. 13, 17 de julio 2023