REVOLUCIÓN

REVOLUCIÓN
"Consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos..."

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Palabras a un amigo

En estas simple y sencillas palabras existe un homenaje profundo a alguien que ha sido un ser que alegro y lleno de sentido a mi vida...a Peki, el ser que supo comprender de la mejor manera la diferencia entre amistad verdadera y simulaciones del corazon,los seres humanos recurrimos muchas veces a la hipocresia para justificar nuestras limitaciones como personas...
“AMIGO…”
Amigo, pequeña dosis de inmortalidad, extensión de nuestros sueños y esperanzas. Amigo, espejo opaco y refulgente de nuestras miserias y victorias, Píldora energizante de sueños y deseos, quijote insistente que arremete contra monótonos molinos vitales. Amigo, búsqueda desesperada, devorador de tiempo, calcinador de tristezas, báculo firme en la aciaga noche irrepetible…Amigo, ser indescifrable y simple, presencia invisible en la lejanía, intemporal y omnipresente, líquido fresco en nuestro íntimo Sahara… amigo.
Regalaste travesuras y belleza por doquier, activo y constante: nada te hacia retroceder, ni la figura intimidante de la esquina. Me enseñaste que mi cariño fue un esbozo quijotesco comparado a aquel que guardaba tu corazón. Percibí que llevabas en tu mochila un don indescifrable, vedado a almas egoístas y vanidosas, y solo accesible a los claros poetas de los ojos. Los comentarios mediocres y encasilladores atentaban contra tu orgullo: “es uno más del montón…”. Pero no te resignabas. Cincelaste tu pequeña figura a golpes de amistad, pureza y fidelidad. Odiabas las moscas al igual que la comida fría; Tus días oscilaban entre largos silencios y algarabías extasiantes; compartimos ese amor incondicional por las motocicletas y los silencios. ¿Quién puede ignorar que después del paso ultimo y vital, las presencias queridas nos acompañan persistentemente como una vieja herida o un resfrío mal curado? ¿Quién puede asegurar que cuando el cuerpo es silencio y alguien ha cerrado sus ojos, comienza el verdadero juego?
Solías frecuentar, con paso aparentemente perdido, mi itinerario cotidiano, persiguiendo mi olor, buscando quizá, pescarme “in fraganti” para reclamar, con esa mirada impiadosa, mí atrevida ausencia. Por las tardes solías sentarte en la vereda y perder la vista en un poniente imaginario, en un recuerdo añejo, dulce taladro del corazón, y seguidamente levantar la cabeza para robarle aromas extraviados a alguna flor tempranera, al cercano aire crepuscular. Tu fidelidad, un canto inimitable. Ninguna buena comida, ninguna de las más tiernas caricias proferida por extraños, lograron doblegar ese inclaudicable amor que me profesabas. Fuiste fiel hasta el último momento. Sabias admirar lo bello y lo eterno, reconocías a una buena persona entre la mediocridad de la sociedad. Tu opinión, certera; tu conducta, incorruptible. Tus gestos y miradas volvían innecesarias las palabras: los diálogos se confundían entre suspiros y omisiones. Tenías el don de hablar con tu mirada silenciosa.
¿Cómo puede alguien ser viento, ser aire, cuando su vida entera ha sido el recuerdo de tantas primaveras, de tantos otoños y de tantas flores? La amistad puede hacer añicos barreras generacionales, supuestas diferencias racionales, credos e ideologías; como por arte de magia puede convertir en polvo al tiempo y al respeto, y así de repente y en un segundo, nos vuelve inmortales.
¿Acaso existe alguien que nos niegue la posibilidad de amar a través del recuerdo? Un soplo, una lagrima, una voz, pueden señalarnos el camino que transitan los verdugos del olvido. Hidalgo contra la tristeza: tu presencia, soldado espartano domando los potros desbocados de mi zurda y a las hordas errantes de las frustraciones del corazón, imponía peso y esperanza.
Bombero formidable y pequeño. Apagaste pacientemente, los infinitos incendios de mi alma. Aprendimos a querernos y a necesitarnos.
Pero el tiempo, ese fiel cancerbero de los ciclos, te venía “junando”. Tu persistencia y tu coraje, admirables. Quince primaveras tuyas fueron una fugacidad vital, un tiempo breve para un ser cargado de virtudes y caricias. Tu viejo baúl se quedó sin ropas; pero yo sabia que algunas prendas se escondían por el fondo. La ansiosa inmortalidad quería hacerte tuya, quería verte transitar por esas sendas para que regaras el camino con jazmines y amapolas…y aquella pequeña cajita se entregó.
Se que estás cerca, aquí y ahora. Tu imagen flota como una flor recién abierta en el lago de mi alma. Una vida de dedicación no transa con el olvido ni con la indiferencia. Entre estos fárragos de libros y palabras que compensan tu ausencia, voces acarician mis oídos, susurran silabas tenues y gratificantes: “…merci mon amì, mon petit amì”.

Fabiàn, 12 septiembre de 2009

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