Sobre Abelardo…
Hoy es un día lúgubre en mi vida. Se esfuma la
posibilidad de conocer personalmente a uno de mis maestros en este difícil arte
de la escritura. Con su ida material, Abelardo se lleva solo eso, mi personal y
egoísta deseo de conocerlo, aunque me deja mucho más: me deja sus libros, sus
pensamientos, sus inclaudicables convicciones y su amor por la literatura.
Desde joven leí sus libros y sus cuentos que me acercaban ese mundo de
adolescentes llenos de sueños y deseos prohibidos, siempre tenían algo que
decir. “La madre de Ernesto”, “El marica”, “Patrón” y tantos otros que
revolucionaron mi cabeza al leerlos. Yo quería escribir así. Mi gran referente
siempre fue Borges pero con Abelardo sentía que mi escritura se acercaba más a
lo posible, a lo real, a lo de la vuelta de esquina. Sentía que sus cuentos al
ser buenos y majestuosos, me daban esperanzas ya que mi narrativa tomaba temáticas
muy parecidas a las de él. Sentía que al hablar de la traición, de la
decepción, de las ausencias paternas, él hablaba de los conflictos
existenciales de todo joven de
veintitantos años, hablaba de lo que pasaba por mi cabeza. Los pocos relatos
que pude escribir y considero leíbles, tienen siempre ese aroma a Abelardo que
me enorgullece. Están a años luz de su prosa pura e inigualablemente poética,
pero sé que fueron inspiradas por la lecturas de sus mágicos libros (Las
maquinarias de la noche, cuentos crueles, ser escritor, crónica de un iniciado),
por esas ansias inocentes e inútiles de acercarme a él. Podrán pasar miles de
años y destruirse los libros sobre la tierra pero tengo la certeza que entre
los escombros de este mundo desintegrado, alguien asomara su mente para
recordar alguna frase o párrafo de alguno de sus cuentos:
“Después
pareció haber entendido oscuramente algo, y nos miró con miedo, desgarrada,
interrogante. Entonces lo dijo. Dijo si le había pasado algo a él, a Ernesto.
Cerrándose el deshabillé lo dijo.”
Cerrándose el deshabillé lo dijo.”
Hasta la vista compañero Abelardo.
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