REVOLUCIÓN

"Consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos..."
jueves, 1 de agosto de 2013
YOCASTA
PRIMER CUENTO PUBLICADO POR UNA EDITORIAL.CREO QUE UNO DE LOS MEJORES...
“Encuentro de la memoria”- rezaba la tarjeta, que varias veces había chocado su vista como una férrea secretaria del destino (vaya si no) empeñada en recordarle la invitación. Días atrás había recibido el sobre y estudiado detenidamente la posibilidad de darle un respiro a su acelerada vida, saturada de trabajo y orfandad filial. Seria la primera vez, después de mucho tiempo, en asistir a una reunión social. Veinte años de ausencias, sacrificios, lágrimas derramadas por los rincones, bien merecían un poco de aire fresco.
La costumbre la había hecho reacia a las reuniones sociales pero esta vez no quería quedarse en casa. – Iré- se dijo para sí- más vale distenderse un poco.
El vestido, el maquillaje y el cabello le robaron la tarde. A eso de las ocho, se halló ante la entrada del salón, con el temor propio de un adolescente. Descendió del auto y al instante sintió una rara sensación de hallarse en el lugar equivocado. Aun así, entró. La ráfaga de miradas que recibió la hicieron ruborizarse. Era una bella mujer a sus treinta y ocho años; en su cuerpo se notaba el trabajo físico y la buena alimentación. Buscó disimuladamente el lugar más alejado de la muchedumbre y allí se instaló.
-“Este encuentro es un canto a la libertad y a la vida, Hablar de los ausentes es hablar de gente que nunca se ha ido. Este es un acto de reivindicación y de amor, una puñalada al olvido”- afirmaba el locutor.
-Las miradas perdidas buscan cosas perdidas- opinó una voz detrás suyo. Al girar su cabeza, se halló con un joven de mirada melancólica que no coincidía con la indiscreción de su voz.
_ Hola, soy Felipe. Mucho gusto- dijo el joven con cierto desenfado.
_ Hola, dijo secamente ella.
_Usted también busca a alguien- prosiguió él.
_No, dijo mintiendo. Soy asesora jurídica de la “Asociación”.
El joven sintió la indiferencia de ella pero no se dio por vencido.
_Que raro, nunca la había visto por aquí- dijo él.
_Lo que sucede es que trabajo en mi domicilio y raras veces salgo- dijo.
El locutor seguía hablando de homenajes y recuerdos al compás de aplausos. De repente la mención de ciertos nombres, la hizo volverse, y fugazmente un triste recuerdo le atravesó la mente. Sus ojos se achicaron denotando tristeza. Pensó: “estará en alguna parte ignorando que existo”. La realidad la despabiló. Su joven acompañante no merecía ni tenía que ver con su tristeza.
_Te sucede algo-dijo él, tuteándola.
_No estoy bien. Es el calor que sofoca y cuesta respirar.
_Si queres podemos salir y tomar un poco de aire- propuso.
_Bueno- dijo ella.
Sintió algo de vergüenza por caminar junto a un joven, casi adolescente, y que posiblemente tendría la mitad de su edad. Pero este muchacho la atraía. Cada gesto, cada palabra, le atravesaban la piel y la desarmaban poco a poco. La charla se volvió íntima, y lo inevitable en estos casos, comenzó a suceder. Sabía lo que él quería pero no deseaba oponer resistencia.
La madrugada los halló en un hotel, presos de la pasión, las sabanas y el deseo. Se amaron a ciegas, sin temor, sin culpas. El loco frenesí, solo era interrumpido de a ratos por el necesario cigarrillo.
Con ella recostada contra su pecho, el joven contó su historia: un incierto cariño hacia sus padres, su poco parecido con ellos, las preguntas sin respuestas, el pasado militar de la familia. Eso lo había acercado a la “Asociación”.
En un breve instante, ella creyó conocer la historia, y un presentimiento terrible la paralizó.
-¿Cuántos años tenès Felipe?-preguntó sintiendo poco a poco la adrenalina en su cuerpo.
-Veinte- dijo él.
Esa terrible coincidencia, hizo que su mente funcionara muy veloz y recordó claramente, algo que nunca había olvidado: un gran lunar similar a una mora cerca del pubis.
Con perplejidad, con alegría, con miedo, deslizó su mano por debajo de la sabana, alentando íntimamente una remota esperanza(o quizá no).En un instante fugaz, eterno y terrible, en que sus ojos se enturbiaron, recordó una vieja tragedia griega que había leído en su adolescencia.
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